«El gran secreto de la belleza, consiste en lograr el máximo efecto con el mínimo detalle», en palabras de Juan Francisco González. Todos tenemos una idea que atesoramos, un proyecto que, por lejano que parezca, mantenemos vivo con la ilusión de llevarlo a cabo algún día. Petra Gajardo, opta, luego de sus estudios en la Universidad Arcis, por caminar desafiante, en contra de la corriente, no utiliza pinceles, lápices ni óleos… Los materiales de su hacer son hilos, lanas, huaipe, elementos muy simples y de bajo costo, que le permiten destacar su creatividad.
Su trabajo de difícil clasificación, lo realiza sola y en silencio. Evidentemente se relaciona con el dibujo, con la gráfica, en un trabajo espontáneo, libre y ajeno a la pintura tradicional, no utiliza la cuadratura de una ventana que vendría a ser el marco de la obra. Será el ojo del observador que buscará donde esta finaliza.
Llama la atención el original trabajo de Petra entre el calce y el descalce para lograr un mayor dinamismo. Pese a las diferentes propuestas entre José Vicente Gajardo y su hija Petra, las obras se entrecruzan a través de la síntesis.
José Vicente Gajardo, de la vecina ciudad de Tomé, se forma en la Universidad de Concepción. Durante sus estudios, se define como escultor. Artista generoso, perseverante, sobrio, disciplinado, de enorme fuerza interior y muy apegado a sus raíces.
Realiza la primera exposición en El Caballo Verde en 1985. Vive el centralismo de la provincia y toma una decisión fundamental para su futuro, emigra a Santiago por unos años, luego fija su residencia en la región de OHiggins, en Doñihue, cerca de Rancagua y de la Cantera La Rinconada. De prodigioso oficio, incansable en la búsqueda de nuevos lenguajes, desde sus inicios ha privilegiado la síntesis, la simplicidad de las formas, la rotunda sutileza junto a la precisión, el misterio en las formas abstractas y belleza que hoy observamos en esta exposición.
Ha trabajado muchos materiales, pero es el granito, el material más afín con sus necesidades expresivas. Siente un vínculo afectivo con el, donde no solo da importancia a sus propiedades expresivas sino que establece un diálogo profundo con la piedra muda y dura, conoce todos sus secretos. A decir del escultor, » conozco las piedras como las palmas de mis manos «.
Vicente explora y potencia la escultura y a la arquitectura desde una óptica integradora, que no aísla al ser humano. Sus monumentales esculturas están repartidas en muchos países del mundo, Francia, Alemania, Vietnam, Portugal, Canadá y Argentina y en varias ciudades de Chile. Ha recibido numerosas distinciones y premios en el extranjero y, en su país, entre ellos ha ganado dos veces consecutivas el premio Altazor y hace dos años que es miembro de la Academia de Bellas Artes.
Mil gracias Petra y José Vicente por vuestro trabajo y porque los artistas nos ayudan también, a detener el tiempo.
Carmen Azócar