Ricardo Yrarrázaval. Celebración Aniversario N° 32 Noviembre 2017.

Nace el 21 de noviembre de 1931, Santiago de Chile.
1952-53 Estadía en Europa: Realiza cursos de dibujo y pintura en la Escuela de Bellas Artes de Roma,
Italia y en la Academia Julian de París, Francia.
1954 Regresa a Chile dedicándose a la pintura y cerámica.
1957 Estadía en Europa: trabaja en cerámica en Villauris, Francia y en pintura en Londres. En
1958 vuelve a Chile.
1960 Extenso viaje por Argentina, Bolivia, Perú y el norte de Chile.
1966 Beca Guggenheim: trabaja en Nueva York durante un año.
1969 Viaja por el Amazonas Peruano.
1981 Viaje a Europa: tres meses en Londres invitado por el British Counsil.

OBRAS EN COLECCIONES PÚBLICAS

Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago, Chile.
Museo de Arte Contemporáneo, MAC, Santiago, Chile.
Museo de Arte Contemporáneo, MAC, Valdivia, Chile.
Museo de Arte Moderno de Chiloé, Castro, Chile.
Museo de Artes Visuales, MAVI, Santiago, Chile.
Museo de la Solidaridad Salvador Allende, MSSA, Santiago, Chile.
Museo Histórico Nacional, Santiago, Chile.
Banco del Estado, Santiago, Chile.
Pinacoteca de la Universidad de Concepción, Concepción, Chile.
Universidad de Chile, Santiago, Chile.
Instituto de Arte Contemporáneo de Lima, Lima, Perú.
Museo de Arte, La Habana, Cuba.
Museo de Arte Contemporáneo “Julio Cortázar”, Managua, Nicaragua.
Museo Guggenheim, Nueva York, Estados Unidos
Universidad de Dallas, Texas, Estados Unidos.

PREMIOS Y DISTINCIONES

1956 Tercer Premio en Cerámica, Salón Oficial, Museo de Arte Contemporáneo, Santiago, Chile.
1958 Mención Honrosa en Pintura, Salón Oficial, Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago, Chile.
1958 Segundo Premio en Cerámica, Salón de Verano, Viña del Mar, Chile.
1959 Pintura, Premio Único Concurso Universidad de Chile, Santiago, Chile.
1959 Tercer Premio en Cerámica, Salón de Verano, Viña del Mar, Chile.
1964 Primer Premio en Cerámica, Primer Salón de Artes Aplicadas, Museo de Arte Contemporáneo,
Santiago, Chile
1965 Primer Premio en Pintura, Concurso CAP, Museo de Arte Contemporáneo, Santiago, Chile.
1965 Segundo Premio en Pintura, Concurso CRAV, Museo de Arte Contemporáneo,
Santiago, Chile.
1966 Beca Guggenheim, Pintura, trabaja un año en Nueva York, Estados Unidos.
1966 Primer Premio en Pintura, Concurso CRAV, Museo de Arte Contemporáneo, Santiago, Chile.
1968 Segundo Premio en Pintura, Segunda Bienal de Arte de Lima, Perú.
1975 Primer Premio en Pintura, Primer Concurso Colocadora Nacional, Museo Nacional de Bellas
Artes, Santiago Chile.
1976 Premio de la Crítica en Pintura, Santiago, Chile.
1981 Invitación del British Council para programa de visitas a artistas durante tres meses,
Londres, Inglaterra.
1994 Premio de la Crítica en Pintura, Valparaíso, Chile.
1997 Elegido entre los diez mejores pintores actuales.
Exposición de pintura Instituto Cultural de Las Condes, Santiago, Chile.
2002 Premio Altazor, por su exposición Pintura y Grabados, Viña del Mar, Chile.
2002 Premio Marco Bontá de la Academia Chilena de Bellas Artes, Santiago, Chile.
2002 Premio Municipal de Arte en Pintura, Municipalidad de Santiago, Chile.
2003 Premio Altazor, Categoría Pintura, Santiago, Chile.
2010 Premio en Artes Visuales a la Trayectoria AICA, Asociación Internacional de Críticos de Arte,
Santiago, Chile
2011 Premio de la Crítica en Pintura y Gráfica, Santiago, Chile.

ANIVERSARIO GALERÍA EL CABALLO VERDE
EXPOSICIÓN DE RICARDO YRARRÁZAVAL

Cuando en una persona se combinan, por partes iguales, una voluntad inquebrantable con una perseverancia obsesiva, obtendremos a alguien poco común que, tarde o temprano, logrará sus propósitos. Si a estas características agregamos un optimismo delirante, la persona que resulta empieza a adquirir visos de irrealidad, que no han terminado de sorprendernos, cuando notamos que este milagro posee, desde siempre, una generosidad desbordante. Entonces creemos estar en un terreno onírico que se verá rápidamente desmentido porque hemos comprobado que esa persona, no solo existe, sino que además vive en Concepción y se llama Carmen Azócar.

Estas características que han convertido a Carmen en la persona excepcional que es, han hecho posible la concreción de un proyecto que hoy cumple 32 años. La galería El Caballo Verde, ha recorrido una larga distancia abriéndose camino desde Concepción para llegar a ser uno de los espacios más significativos de un país que, como el nuestro, padece, entre otras taras, de un centralismo patológico que obstaculiza con singular eficiencia proyectos e iniciativas que como la galería El Caballo Verde se proponen difundir y dignificar el trabajo de artistas visuales chilenos y extranjeros.

Bastan dos minutos de conversación con Carmen para tener una idea de las batallas que ha librado al mando del Caballo Verde y del enorme despliegue de energía, sensibilidad e inteligencia que le han exigido estos 32 años y que hoy, solo pueden compararse con los resultados obtenidos que explican el reconocimiento, la admiración y el prestigio unánimes, que tienen tanto su persona como la galería.

Carmen ha querido celebrar este aniversario con una exposición del pintor Ricardo Yrarrázaval, cuya obra está inscrita en la historia del arte chileno de los últimos cincuenta años, con una impronta intelectual y creativa, que para muchos de nosotros ha sido un modelo y un referente. En los primeros años 70 y siendo alumno del primero medio de la Escuela Experimental Artística, tuve oportunidad de ver por primera vez sus obras. Me impresionaron y sobretodo me produjeron una enorme curiosidad, debido a que el foco principal de nuestra temprana formación en esa escuela, era el arte geométrico, el arte cinético, la teoría del color y la Bauhaus.

Los conceptos de la plástica y la experiencia visual como pura percepción, eran una especie de línea temática formativa que orientaba los programas de estudio y que, sin proponérselo explícitamente, nos alejaba de lo que más tarde, ya en la universidad, entendería como poética humanista. Evidentemente y en forma paralela, también había una aproximación al ser humano. Pero esta se daba desde el compromiso político que la mayoría de nosotros había asumido en apoyo al gobierno de Salvador Allende. Sin embargo, pese al entusiasmo y a la ilusión con los que se trabajaba en la producción de este tipo de obras, éstas se circunscribían a un terreno contingente y a menudo combativo de gran intensidad, razón por la cual, tanto su significado como su destino estuvieron marcados desde el inicio por la obsolescencia. Las casi inexistentes obras que sobrevivieron a la brutalidad de la dictadura son testimonios fantasmales, equiparables a antiguas crónicas noticiosas o a viejas fotos en las que nos buscamos sin reconocernos.

En ese marco las pinturas de Ricardo Yrarrázaval, se percibían como introspecciones, paradojalmente expansivas, no exentas de humor ni de cierta melancolía, apelando siempre a una reflexión sobre la condición humana que parecía estar fuera del bullicio que primaba en aquella época. Es posible que en esto radique la singularidad y la persistente vigencia de su obra. El hecho de que es un trabajo que roza el silencio o que se genera en él, es lo que lo pone en el ámbito de lo poético en el sentido más amplio de la palabra. La impresión y curiosidad inicial que me produjo su obra se debieron justamente a esto. Es decir una pintura, que al plantearse desde el silencio, nos interroga con las preguntas que han acompañado al ser humano desde que adquirió esa condición y que han sido catalizadoras de la poesía y del arte en su más amplio y profundo significado.

Ernesto Banderas
Pintor
Santiago, noviembre de 2017.

RICARDO YRARRÁZAVAL Y SU ÓRBITA DE LA ESPERA

por Tulio Mendoza Belio
Academia Chilena de la Lengua
Premio Municipal de Arte de Concepción [2009]

Con esta magnífica exposición de Ricardo Yrarrázaval, la Galería de Arte El Caballo Verde, que dirige Carmen Azócar, celebra sus 32 años de persistencia en la aventura mayor de la cultura y la difusión de las artes visuales.

Entrar en la órbita de Ricardo Yrarrázaval, es celebrar la constelación de la espera. Todo gravita suspendido en un instante que se prolonga mientras dura la mirada, pausado asombro reflexivo que busca completar lo que la realidad no le permite. Tal vez por esta razón hay ausencia de ojos, fantasmales cuerpos sin completar, fragmentos, primeros planos, rostros inclinados, perfiles en busca de un sustento: incomunicación y anonimato. Todo es atracción y fuerza, descanso y movimiento, peso y niebla que a veces un trazo gestual, una incisión, un color, un guiño cómplice, interrumpen como un llamado de atención para que no olvidemos que estamos vivos, que podemos imaginar porque alguien nos imagina, para que alguien nos imagine y la espera no nos desespere totalmente, porque ella es quietud aparente, silencio, pero bien sabemos que todo bulle en ella, que es movimiento interior: imaginación y también esperanza y creer que va a suceder algo inminente y presumir que ha de ocurrir ese algo, que alguien vendrá pero, además, esperar en alguien como signo de confianza.

Y nuestro Ricardo Yrarrázaval logra magistralmente tensionar la espera en una serie de pequeños planetas que, inquietos, gravitan y producen ansiedad y misterio y, entonces, nos hace lectores cómplices de un particular universo que desea ser descifrado: su propia visión de mundo. Su trabajo muestra un sobresaliente carácter unitario que percibimos gracias a la continuidad, la progresión, la coherencia, la cohesión, la recurrencia y la sorpresa. En su obra nada es superfluo: la sobriedad, el equilibrio, la parquedad de medios, incluso hasta cuando el volumen y la geometría, que nos recuerdan que también es ceramista, parecieran dar a su obra cierto rasgo expresionista o minimalista en el sentido de una desnuda soledad, de un gesto doloroso, gris, difuminado. El silencio de la espera exterior produce, paradojalmente, una intensa actitud crítica, un canto de acción que gatilla en los espectadores múltiples sensaciones, porque es el ser humano el protagonista, aquí y ahora, con su carga existencial, su tiempo y sus afanes. El hombre y su circunstancia, para decirlo con Ortega y Gasset, constituye el tema más recurrente en la obra de Ricardo Yrarrázaval: la certeza de un presente opresivo, deshumanizado, que aísla en vez de reunir, que desampara en vez de asistir, y que forma y forja hombres y mujeres solitarios, ensimismadamente melancólicos, llenos de temores y frustraciones e incapaces de resolver y superar la separatidad de la cual nos habla Erik Fromm o la extrañeza que evidencia el poeta Luis Antonio de Villena.

Este sentido unitario y de carácter social en la obra de Ricardo Yrarrázaval, también lo hallamos cuando nos damos cuenta de que no son obras aisladas sino más bien series y ciclos y que ellas establecen un diálogo intratextual como una suerte de vasos comunicantes, de rizomas que tejen un mensaje escondido que, sin embargo, se abre cuando la mirada de un espectador atento acaricia la superficie y penetra el sentido de la tela.

Concepción, octubre de 2017.